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La muerte de Poe

  



El maestro del terror ha dejado historias que seguirán fascinando a sus lectores durante siglos, pero a los misterios que nos dejó se suma uno más: su propia muerte, que fue tan intrigante como sus mejores relatos.

Edgar Allan Poe falleció el 7 de octubre de 1849. Tenía cuarenta años y varios proyectos que realizar: estaba por viajar a Filadelfia para un trabajo de editor, y escribía además un nuevo relato titulado El faro, que parecía ser compañero de Un descenso al Maelström (Poe tenía la costumbre de escribir algunas obras que podrían considerarse emparejadas).

El relato que estaba escribiendo trata de un guardián de un faro que escribe en su diario sobre un posible huracán que lo tiene preocupado. El faro quedó inconcluso, quizás porque fue justamente interrumpido por la muerte de Poe, siendo esto lo más probable, ya que carece de la inclusión de detalles que solía incluir para envolvernos en la atmósfera adecuada. Aunque podría considerarse terminado, siendo la muerte del protagonista la que interrumpe la actualización en su diario, indicando que sucedió aquello que tanto temía.

Poco antes de morir, Poe había estado desaparecido durante una semana, hasta que fue encontrado el 3 de octubre de 1849 en una calle de Baltimore. Estaba desorientado, delirando y vistiendo la ropa de otra persona. Fue trasladado al Washington College Hospital, donde no supo explicar qué le había ocurrido en aquellos últimos días. Cuatro días más tarde falleció y, a pesar de que se hallaba en un hospital, jamás se encontró su certificado de defunción.

Se han propuesto numerosas teorías que intentan dar explicación a su muerte. Entre éstas se destaca la posibilidad de que lo hayan emborrachado o drogado para así obligarlo a votar numerosas veces por un mismo partido político (fue hallado precisamente en un centro de elecciones). Según los historiadores, aquello no era extraño en tiempos de Poe, pero resulta difícil de creer que le hubiese ocurrido justo a él, considerando que era demasiado conocido en la ciudad como para que la farsa funcionase.

Otra posibilidad es que haya sido afectado por rabia, aunque no se ha encontrado ningún informe o evidencia de que tuviera una mordedura. De haber sido ese el motivo, sin duda habría estado en boca de quienes lo atendieron en el hospital, y de no haber tiempo para tratarlo, al menos se habría sabido el motivo de su fallecimiento.

Un suicidio por depresión no sería algo extraño considerando sus antecedentes. En 1847, su querida esposa Virgina Eliza Clemm había fallecido de tuberculosis a la corta edad de veinticinco años. Aquello llevó a Edgar a la bebida y, al parecer, también lo condujo a algunos intentos de quitarse la vida. Pero esa terrible época ya había pasado, y como ya se dijo, en 1849 Poe estaba lleno de nuevos proyectos.

Algunos sospechan que su muerte pudo haber sido causada por una enfermedad relacionada con la bebida. Pero su alcoholismo no fue más que una exageración creada por escritores que lo envidiaban. Es cierto que disfrutaba beber alcohol, siendo sus bebidas preferidas el brandy y el licor de huevo, pero la cantidad en que lo hacía distaba mucho de ser la de un beodo. El escritor Thomas Maine-Reid, nacido en Irlanda, dijo haber sido compañero de bebidas del gran Poe, pero él mismo contó que Edgar no era de beber en demasía. En sus propias palabras: «Nunca iba más allá del inocente júbilo del que todos nos damos el gusto... Mientras que puedo reconocer esto como un defecto de Poe, puedo decir sinceramente que no era habitual».

Es probable que haya sido muy sensible a la bebida, y que con solo beber un vaso mostraba síntomas de estar alcoholizado. Sucede que muchos desean imaginarlo como un depresivo y un alcohólico, para decir que utilizaba las tragedias que vivía como inspiración para sus poemas y relatos. La verdad es que no es fácil analizar la salud mental de alguien que vivió cien años antes de que naciera el psicoanálisis, además, el hecho de que escribiese esas terroríficas historias no tiene relación con sus desgracias ni con el perfil que algunos se empeñaron en atribuirle. Los escritores de historias de terror no son adictos a la bebida ni desquiciados de eremíticos hábitos; no todos.

Hipoglucemia, meningitis, sífilis, cólera, epilepsia, ataque cardíaco y hasta una conspiración para asesinarlo; las posibles causas de su muerte parecen multiplicarse con el paso del tiempo.

Quizás alguien haya encontrado su certificado de defunción y decidió ocultarlo. Posiblemente se trataba de un admirador del maestro del terror que se quedó con él como recuerdo, y también con el objetivo de guardar así el secreto sobre lo que ocurrió exactamente. De ese modo seguiremos por siempre sin poder revelar la verdad, creando esto un aliciente más al momento de leer sus maravillosas e intrigantes historias.


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