Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre, que son afectuosos y que ponen el bienestar de su dueño antes que el propio. Dicen, que los gatos son calculadores; pequeños seres introvertidos que solo piensan en sí mismos.
Es de entender que los perros sean más compañeros; se mueven en jaurías y fueron domesticados por la humanidad muchos siglos antes, pero eso no significa que los gatos no sientan por sus dueños el mismo cariño que sus antónimos caninos. Sucede que los gatos son otro tipo de mascota (si es que se los puede llamar así), y que tienen otros modos de vincularse con nosotros. Hay quienes dicen, incluso, que los gatos son tan protectores de sus dueños como lo son los perros; mientras que estos últimos son los encargados de defendernos en el mundo tangible, los gatos se encargarían de los ataques metafísicos. Esta idea daría sentido a los largos ratos que los felinos pasan observando lo que para nosotros no es más que un sitio vacío. Allí, en esa nada misma, hay mucho más de lo que el ojo humano alcanza a ver, y «confundimos con locura lo que no es más que una sobreactivación de los sentidos». Sucede que «los límites que dividen la vida de la muerte son, en el mejor de los casos, sombríos y vagos. ¿Quién diría dónde termina uno y dónde comienza el otro?». Los misteriosos gatos son precisamente las criaturas más sensibles a las conexiones entre esos dos mundos, y por eso son los encargados de mantener a raya a los espíritus que pretenden atacarnos. Son ellos los que, «en lo profundo de esa oscuridad, mirando detenidamente, siempre están allí, preguntándose, dudando, soñando sueños que ningún mortal jamás se atrevió a soñar».
Aunque todo lo anterior fuese cierto, es entendible que muchos sientan que, a diferencia de la obvia fidelidad del perro, los gatos no hacen más que conspirar contra nosotros. Edgar Allan Poe era de los que pensaban eso, y relató con soltura su rechazo hacia esos animales en su cuento El gato negro, publicado en 1843 en el periódico Saturday Evening Post de Filadelfia. Por supuesto que su repulsión se ve exagerada en esa historia, y es probable que, luego de haber adoptado a la gata Catterina junto con su amada Virginia Clemm, su desprecio hacia esas criaturas haya desaparecido por completo.
En esta obra Poe logró meterse en la piel de un personaje insano; un verdadero psicópata que cobra vida en una de las ficciones más famosas que se han escrito. La historia es narrada por un hombre que dice haber golpeado a su gato haciéndole perder un ojo. No hubo un verdadero motivo para hacerlo, se trataba de un sujeto violento, que finalmente termina matando al animal. El narrador por momentos también se muestra arrepentido de su acto, y esa culpa aparece en forma de otro gato, similar al primero, no como un protector de posibles espíritus del más allá que pudieran dañarlo, sino mostrándole que «los monstruos más temibles son los que se esconden en nuestras almas».
El cuento tiene todos los elementos necesarios para despertar el horror y el asombro en el lector. Está narrado en primera persona de modo que lo psicológico se convierte en un elemento fundamental, ya que la narración es convincente, y a pesar de que el protagonista es un criminal, explica de modo detallado su proceder y su lógica. Comienza diciéndonos que su mascota lo aprecia, despertando empatía, ya que la pureza de instinto de los animales supone un amor desinteresado, que solo logran los verdaderos buenos de espíritu. Pero enseguida nos muestra su monstruo interior, y ese monstruo crece con cada párrafo.
El clima es intenso, lo que lleva a una lectura atrapante, para leer sin pausa y no cortar el suspense. Al igual que en la mayoría de sus relatos, Poe no otorga aquí hechos ni datos innecesarios que nos desvíen de la trama principal; no hay más que unos pocos personajes en la historia, y éstos no tienen nombre ni son descritos más que en forma ligera.
Es una narración que se mete en nuestra psiquis, y que con pocos elementos nos da la sensación de que hay mucho más. Nos deja además la sensación de que el segundo gato puede tratarse de un elemento fantástico, o tal vez es algo que el mismo protagonista crea en su mente. Tal vez en el cuento lo que ocurre es que «lo invisible es la única realidad».
El gato negro ha sido llevado al cine y a obras teatrales incontables veces, y es inestimable su aporte al género. La obra ha trascendido como si se tratara de otra mucho más larga, y aún permanece intacta en el tiempo, volviéndose un ícono no solo del terror, sino de la literatura en general. Es una historia que comienza y finaliza de manera maravillosa, con un simple gato negro al que le falta un ojo. Sin duda en este cuento Poe logró su deseo de «escribir algo tan misterioso como son los gatos».
Lo entrecomillado es de Edgar Allan Poe.
me gustan los animales de lejos
ResponderEliminarUna entrada bella
beso