Edgar Allan Poe murió el 7 de octubre de 1849, a la edad de cuarenta años. Fue encontrado completamente desorientado en las calles de Baltimore, delirando, vistiendo la ropa de otra persona y sin poder explicar qué le ocurrió durante todo este tiempo.
Cuatro días más tarde falleció y el 9 de octubre fue enterrado en el cementerio de Westminster, en Baltimore. Su primo Neilson Poe le había comprado una lápida de mármol italiano, pero poco antes de su entierro un tren descarriló y chocó contra el depósito donde ésta estaba guardada. Fue entonces enterrado sin lápida y solo siete personas asistieron a su funeral. A estas fatalidades se suma el hecho de que su obituario fue escrito por Rufus Wilmot Griswold, un rival literario que siempre lo criticó, y que luego publicó una biografía de Poe donde lo hacía quedar como un alcohólico, drogadicto y depravado.
Años después se juntaron fondos para brindarle un entierro más acorde a su obra y se erigió un gran monumento que un gran medallón con su efigie en el centro. El 17 de noviembre de 1875, sus restos fueron trasladados a un lugar cerca del frente de la iglesia, donde continúan hasta el día de hoy. Dar con su cadáver no fue fácil, pues las lápidas habían sido movidas, y primero se confundió su cuerpo con el de otro hombre.
A la ceremonia de traslado asistieron muchas personas, entre las que estaban presentes varios escritores, como el poeta Walt Whitman. Allí se colocó el nuevo monumento, y en el lugar de su entierro original se colocó una lápida coronada por un cuervo. En 1885 los restos de su esposa Virginia Clemm fueron trasladados también para ser enterrados junto a los de él.
La muerte de Poe y los sucesos relacionados con su entierro fueron tan intrigantes como sus mejores relatos y han sido objeto de numerosas teorías, entre las que destaca que lo hayan emborrachado para obligarlo a votar numerosas veces por un mismo partido político, o que haya sido afectado por la rabia, aunque no hay evidencias de que tuviera una mordedura. El misterio no solo permanece en pie, sino que se le ha sumado uno nuevo.
Todos los 19 de enero, conmemorando su fecha de nacimiento, un individuo anónimo dejó durante décadas, tres rosas y una botella de coñac a medias durante más de setenta años. Parece que la costumbre comenzó alrededor de 1930 y duró hasta el 2009.
Jeff Jerome, responsable de la casa-museo de Edgar Allan Poe, dijo haber visto a un individuo con sobretodo negro, bufanda blanca y sombrero de ala ancha, llevar dichos obsequios por la madrugada.
El misterio nunca fue resuelto, y parece ser que nunca lo será, puesto que el 19 de enero de 2009 fue la última vez que aparecieron en su tumba los objetos, justo en el bicentenario de su nacimiento, y el sujeto no volvió a ser visto.
Si quien llevó los obsequios fue siempre el mismo individuo, éste debió haber sido muy longevo, y se entiende el fin de las apariciones a causa de su fallecimiento. Quizás fueron varios, pero al cumplir con el bicentenario de su muerte, los seguidores hayan decidido poner fin a la tradición. Pudo también haber sido una costumbre familiar que duró varias generaciones, hasta que uno de ellos no tuvo herederos que siguieran el ritual.
Quizás el encargado de llevar los obsequios siga vivo, y le habría gustado continuar llevándolos a Poe, pero, al igual que le ocurrió al escritor, el sujeto hoy está perdido en alguna calle de Baltimore, delirando, vistiendo la ropa de otra persona, sin poder explicar qué le ocurrió durante todo este tiempo.
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